sábado, 9 de octubre de 2010

Una noche en el submundo

Eran las nueve de la noche cuando nos encontramos en un parque cerca de la Av. Arequipa, llevamos a nuestra amiga Leyda como acompañante, debimos llevar a alguien más; no fue tan buena idea ir tres chicas solas, al menos a la hora de salida por el sitio. El lugar ya estaba escogido; desde hacía varios días habíamos decidido comenzar allí nuestra aventura gótica. Nos enrumbamos al Mao Bar, que se encuentra en el Jr. Belén junto a la plaza San Martín en el centro de Lima. Nos bajamos del bus en la Av. Tacna y tuvimos que caminar largas cuadras hasta llegar a la plaza San Martin. Una vez ahí la oscuridad de la noche nos jugó una mala pasada con la ubicación, no encontrábamos el Jr. Belén. Entonces, decidimos preguntar por la calle. A unos metros, estacionado en la pista, se encontraba un auto de serenazgo con las luces intermitentes de un color azul eléctrico. Luces que nos llamaron la atención y nos invitaron a preguntar al efectivo que se encontraba dentro de la patrulla. El hombre lampiño de piel morena nos dijo que sabía de varios bares, pero no de uno gótico. Al vernos tres chicas buscando un bar gótico nos observó cuidadosamente y nos clavó una mirada lasciva, o al menos eso interpretamos nosotras en nuestra actitud defensiva hacia lo desconocido.
Proseguimos buscando nuestro destino: Mao Bar, cuando de pronto escuchamos en la entrada al Jr. De la Unión música estruendosa, parecía metalera o de algún género dark. Alzamos la mirada y era un bar que se encontraba en un segundo piso con ventana hacia la calle. Nos detuvimos a inspeccionarlo y un hombre se nos acercó ofreciéndonos ¼ de pollo a la brasa a solo 5 soles!, enseguida le preguntamos por el Mao Bar y, al ver que no íbamos a consumir su pollo a la brasa, nos dejó hablando y se fue. Felizmente, apareció otro hombre por detrás que escuchó nuestra pregunta y nos dijo que el lugar que buscábamos se encontraba cruzando la plaza a solo 1 cuadra, al frente de los bomberos. Le agradecimos la ayuda con una sonrisa muy grande que justificaba nuestra alegría de encontrarnos en el canino correcto. Cruzamos la plaza y llegamos a la puerta del Mao Bar a las 10:30 pm.
Nos encontramos con un lugar camuflado, la fachada pasaba desapercibida en la oscuridad ante un ojo distraído. Era un portón de metal negro, con las justas se asomaban unas luces moradas, la entrada estaba muy oscura. Nos acercamos cautelosas por la oscuridad y un señor nos hizo pasar a la boletería para comprar las entradas, esa noche se presentaba el grupo “Brigada Negra”.  La boletería era una especie de mesa acondicionada con adornos góticos y posters de bandas góticas pegados por doquier. La entrada salió a 10 soles, no tan cara como lo pensado, felizmente.
Era jueves y preguntamos al señor que nos hizo pasar si encontraríamos mucho góticos ahí, nos respondió que sí, pero que como era jueves también encontraríamos gente que no era gótica. También preguntamos si era posible tomar fotografías, pero nos informó que no estaba permitido. A pesar de ello pudimos tomar algunas, siempre cuidando de que no nos vean y haciéndolo muy discretamente.
Entramos al recinto y era un lugar pequeño, estaba dividido en dos pisos y predominaban los colores rojo y negro: en las luces, paredes, bar y muebles. El escenario frente a unas 8 mesas. Donde estaban la mayor cantidad de mesas era en el segundo piso, que curiosamente era mucho más oscuro que el primero. El lugar a pesar de estar adornado con muebles oscuros, brillaba con mucho ímpetu, debido a una gran bola sicodélica. A la mano derecha de la entrada se ubicaba el escenario, al costado la cabina del DJ, que más parecía mesa (como en la boletería). Debajo de la escalera, al frente del escenario, se encontraba el bar; era pequeño con 3 banquitos para consumir, había 3 filas  largas con varias  botellas de algún licor que no era cerveza, servían de mostrador pues no había mucho espacio en el bar. En el segundo nivel se encontraban los baños y otro pequeño bar, pero que estaba cerrado. Las mesas estaban distribuidas de acuerdo a la planta superior, parecía una especie de balcón, en forma de U. En el techo encima de la bola sicodélica había una gran telaraña que cubría la mayor parte del techo.
Paradas en el medio del bar, recién entradas sentimos que todos nos miraban, buscamos una mesa con una buena ubicación. Procedimos a sentarnos cómodas y empezamos a observar a nuestro grupo objetivo, nuestro plan era llevar a cabo una observación participante, debido a que estábamos formando parte su círculo al estar en un lugar que ellos ven como su espacio. Nos enfocaríamos en analizar su comportamiento, reacciones y aspectos, para este fin decidimos ubicarnos en las dos plantas, al principio en el primer piso y luego en el segundo, así tendríamos una imagen de todos los ángulos del lugar y las conductas de todos los clientes. Llevamos una grabadora de voz y una cámara digital para registrarlo todo. Luego en la próxima visita empezaríamos con las entrevistas para conocer más a fondo a los góticos.  Nos empezamos a dar cuenta de que los góticos no socializan mucho con otras personas; es decir, si van en grupos de a 3 o 4 o 2 solo hablan entre ellos, entre su grupo. Si bien todos o la gran mayoría son góticos, no son muy amigueros que digamos. No obstante, se podían notar las miradas que iban y venían por doquier, los góticos no hablan entre sí, pero se miran mucho; desde el segundo piso  podíamos sentir las miradas de los góticos, ubicados en la planta superior, que caían a diestra y siniestra.
Por otro lado, el lenguaje corporal que emitían indicaba una actitud desganada y cansada, se sentaban encorvados y con las piernas abiertas; relajados pero a la vez parcos. La forma de caminar era muy parecida en varios góticos: se mecían de un lado a otro y daban pasos largos; caminaban como flotando, sueltos y aparentemente sin preocupaciones.
Su apariencia era muy particular, al comienzo a simple vista no los reconocíamos; sin embargo, fuimos notando detalles que nos hicieron identificarlos. La gran mayoría de los góticos varones llevaban el cabello largo y suelto. Su ropa era completamente de color negro, excepto por algunos accesorios de metal como correas, cadenas y algunos adornos en sus sacos, la mayoría o casi todos llevaba saco, los zapatos eran en su totalidad botas. 
En cuanto a las féminas, la vestimenta era también de color negro, pero llamaba la atención la vanidad que mostraban al vestir prendas muy ceñidas y con escotes que dejaban poco a la imaginación, minifaldas con volados y mallas largas en las piernas. El maquillaje de las mujeres era muy impactante, los labios pintados de negro o rojo, sombras negras en los párpados y delineador negro en las pestañas. Los cabellos también negros y largos. Algunas adornaban sus cuellos con gargantillas de cuero con aplicaciones de metal, estilo sadomasoquista. 
Avanzada la noche decidimos cambiarnos de mesa e ir al segundo nivel; la perspectiva era muy buena y nos dimos cuenta de que en el segundo nivel había mayor cantidad de mesas ocupadas. En la oscuridad había parejas góticas y grupos de hombres góticos. También hubo grupos de mujeres góticas que fueron solas, pero ellas se ubicaron el  primer nivel.
La banda que se iba a presentar empezó a hacer pruebas de sonido y la gente comenzó a moverse, movían sus pies al son de la música y otros movían la cabeza de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Cuando por fin salió la banda, esperamos que los góticos se paren de sus mesas y se aglomeren al píe del escenario; sin embargo, esto no pasó. Las personas que no eran góticas se levantaron y acercaron al escenario, mientras que los góticos no se desesperaron y se quedaron en sus mesas mirando desde arriba y escuchando la música a la vez que tomaban alguna bebida. Nosotras hicimos igual, ya que no estábamos familiarizadas con el género y la gente parada no era mucha.
Transcurrió la noche y las cosas siguieron igual. Los góticos tomando cerveza y fumando en exceso con sus grupos, como pequeñas islas. La música luego de que se fue la banda siguió con el mismo género gracias al DJ. A esa hora de la noche parecía que ya nadie nos miraba, no nos prestaban atención como al inicio. Todos por su lado y sin problemas, a pesar de ser distantes, lo góticos parecen pacíficos, nadie nos miró mal por no ser góticas, nadie trató de acercarse tampoco.
Fue una experiencia interesante por no decir emocionante, pues no estamos acostumbradas a ese ambiente. Nos retiramos a las 3 de la mañana con los oídos cansados de tanto dark wave, rock góticoy death rock. Nos retiramos también con una sensación de haber conocido otro mundo, no muy distante del de los bares convencionales, pero sí diferente en la actitud de los clientes que hacen de este bar un lugar único. Esperaremos a nuestra siguiente visita en otro lugar llamado “Gothic Rock Café” para seguir conociendo más a fondo a nuestro grupo de estudio.

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